22 de septiembre de 2009

La crítica de Nietzsche al hombre moderno y su temor a la mujer.

La lectura de Nietzsche siempre me ha parecido energizante, a pesar de la dureza de sus palabras contra el cristianismo y las mujeres (¡no más duras que las dirigidas a los hombres!). Su estilo literario es incendiario y valiente. Afortunadamente, no me identifico con el tipo de cristiano al que él critica, y eso me alivia. Pero no quiero abordar aquí su crítica a la religiosidad del siglo XIX, sinó el ocultamiento en su obra de lo que significa la feminidad en el marco de su 'transvaloración'.

Al acercársele una vieja a Zaratustra, ésta le invita a pronunciarse sobre la mujer:
"Mucho nos has hablado, Zaratustra, incluso a nosotras las mujeres, pero nunca has dicho ni una sola palabra sobre la mujer."
Acto seguido, Zaratustra reconoce que el hombre debe temer siempre a la mujer: "Cuando la mujer ama, el hombre ha de temerla, porque esa mujer no se amilana ante ningún sacrificio y no concede valor a nada que no sea su amor. Cuando la mujer odia, el hombre ha de temerla, porque en el fondo de su alma el hombre es tan solo malvado; pero en el fondo de su alma la mujer es mala". Sí, una frase final desafortunada, pero que no nos distraiga del mensaje original: el hombre debe temer la fortaleza y determinación de la mujer. Luego, su discurso retoma los tópicos patriarcales que él fue incapaz de someter a crítica, para recordarnos que el hombre es profundo y la mujer superficial. Pero lo dicho, dicho está, y se le ha escapado lo que realmente piensa sobre la mujer: en ella se refleja mucho de lo que caracteriza al superhombre. Por ello mismo no se extiende en el tema. ¡Qué absurdo sería concluir que el superhombre es una mujer!

"Justo en esto reside la fatalidad de Europa -al perder el miedo al hombre hemos perdido también el amor a él, el respeto a él, la esperanza en él, más aún, la voluntad de él. Actualmente la visión del hombre cansa -¿qué es hoy el nihilismo si no es eso? ... Estamos cansados de 'el hombre'...". (Nietzsche, La genealogía de la moral)
Podriá parecer un pesimismo sin salida. Pero, a pesar de no vislumbrar una salida clara a la crisis del hombre (que para mí reside en la absolutización de lo viril), intuye la posibilidad del superhombre. Hay un pequeño lugar para la esperanza.
"No qué reemplazará a la humanidad en la serie de los seres es el problema que yo planteo con esto (el hombre es un 'final'): sino qué tipo de hombre se debe criar, se debe querer, como tipo más valioso, más digno de vivir, más seguro de futuro". (Nietzsche, El Anticristo, 3)

Y por último, el llamamiento a ser padres de forma responsable y no tomarse el matrimonio a la ligera:
"Eres joven y deseas casarte y tener hijos. Pero mi pregunta es: ¿Tienes derecho a aspirar a la paternidad?¿Has triunfado, te has vencido a ti mismo, has dominado tus sentidos, eres señor de tus virtudes? -te pregunto-. ¿O tu deseo es una manifestación de tu instinto animal, de tu necesidad sexual, de tu soledad, o de que estás insatisfecho de ti mismo? (...) Llamo matrimonio a la voluntad que tiene una pareja de crear a alguien que sea superior a quienes la crearon. Llamo matrimonio al respeto que se tienen entre sí quienes coinciden en desear eso." (Nietzsche, Así habló Zaratustra)
Si no es bajo estas condiciones, el matrimonio no tiene sentido y termina como ahora, devaluado y con las tasas más altas de divorcio y familias desestructuradas. Es posible vivir sin casarse, eso es lo que nos está diciendo Zaratustra.

Conclusiones: mirar al futuro en busca de esperanza; ser padres por responsabilidad, no por capricho; y admitir la mayor fortaleza de espíritu de la mujer.
Somos los varones quienes debemos sentirnos interpelados por estas palabras. No neguemos que son una base para una nueva civilización, no vislumbrada por Nietzsche, pero que exige un giro copernicano en nuestra comprensión de la mujer y la aceptación de su naturaleza creadora.
Tristemente, Nietzsche estaba ciego por su misoginia. No llegó a vislumbrar el futuro en la mujer, a pesar de repetir una y otra vez que el embarazo era su mayor bendición. Él sabía que estaba en manos de la mujer criar un hombre nuevo. Pero para ello había que cederle el poder a la mujer, conclusión a la que no quiso llegar por alguna razón.
Si Nietzsche hubiera apuntado hacia la mujer libre como el 'superhombre', la protagonista de un nuevo matriarcado, podía haber cambiado el rumbo de la historia.