24 de febrero de 2010

Raimon Panikkar, la sabiduría del diálogo.

En esta entrevista informal, Raimon Panikkar se negaba a que le etiquetaran con el calificativo de "persona espiritual". El espíritu sin la materia no existe, y la materia sin el espíritu, mata.
También se niega a que le llamen "ser humano", prefiere que le vean simplemente como un "ser". El antropocentrismo nos lleva a degradar a los demás seres de la naturaleza, a perderles el respeto.

La entrevistadora le pregunta por la dificultad de ser un "ser" durante todo el día. Todo lo contrario, afirma él, "ser" no debe preocuparnos. Tener miedo es perder la confianza en nuestro ser, y dejarnos llevar por los roles. Nos gusta jugar roles, y el miedo a no saber jugar nuestro rol correctamente, el miedo al fracaso, aparece cuando nos olvidamos de "ser". ¡No debes preocuparte por tu ser, porque tú ya eres! Eso es a lo que se refieren todas las tradiciones con la "pureza del corazón".

Para la mentalidad occidental, este tipo de razonamientos se nos hace complicado, según Panikkar, porque en occidente estamos subdesarrollados (en ese momento incómodo de la entrevista, la periodista cambia de tema).
Hemos sido invitados al banquete de la vida por un corto período de tiempo. Disfrutémoslo, pero no emborrachándonos (eso no es diversión, es evasión), sino profundizando en nuestro "ser", descubriéndonos, viviendo cada instante desde la raíz de lo que somos.




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Raimon Panikkar (Barcelona, 1918)
Filósofo, científico y teólogo de renombre universal. De madre catalana y padre hindú ha dedicado su vida al estudio de las tradiciones religiosas, a fin de propiciar el diálogo y la mutua fecundación entre ellas.




¿Cuándo hablamos de problemas ecológicos o sociales, basta con el razonamiento de tipo económico?

Creo que no. Lo que nos falta a nosotros es, sobre todo, sensibilidad. Hoy mismo, sin ir más lejos, en este pueblo tan precioso, ha venido un autocar y se ha plantado en medio de la plaza. ¡Esto es falta de pudor! Nos falta sensibilidad, la hemos perdido completamente.


Por ejemplo, la fisión del átomo representa un aborto cósmico. Que a alguien le abran la barriga para sacarle un niño que quiere o no quiere, me sabe muy mal y no es nada agradable. Pero que hayamos abierto la vagina del átomo, de la materia, mater, madre, porque queremos extraer de ella la energía que necesitamos para hacer nuestras cosas, es un aborto cósmico, pero hemos perdido la sensibilidad para reconocerlo. No hablo de la bomba atómica, hablo de lo que quiere decir exclusivamente abrir el átomo; la fisión del átomo es antinatural, y eso quiere decir que todo el problema no es sólo un problema económico, es un problema de toda una concepción del mundo. Toda esta concepción del mundo desde Galileo hasta hoy está realmente equivocada. Creo que la ciencia moderna es perversa.


Usted habla a menudo de «lo Femenino». ¿Qué puede entenderse por «lo Femenino»?


Es una palabra ya muy poco femenina, porque si como hombre digo qué es "lo femenino" creerán que quiero imponerlo. Hemos perdido uno de los polos de la existencia. Puede decirse masculino-femenino, puede decirse Yin-Yang, puede hablarse de Divino-Humano, Activo o Pasivo, puede decirse de cincuenta mil formas. Pero indiscutiblemente, hemos basado toda una concepción de la vida, de la realidad, de la ciencia… en un solo polo, que es predominantemente masculino. ¿Qué nos hace falta? Nos falta todo, la pasividad, el saber recibir. Tenemos el corazón mucho menos desarrollado que la cabeza. Nos falta pues lo femenino. Lo femenino es el otro polo tan necesario, tan importante: el contrapunto. Por eso, cuando el movimiento femenino quiere solo imitar lo masculino… muy bien en cuanto a justicia de sueldo, de las firmas, de las cuentas bancarias y de los matrimonios, pero ese logro puede implicar a su vez una pérdida. Creo que la dimensión femenina está por encima de todas esas desigualdades, que urge reparar por justicia, pero que pueden ocultar dicha dimensión.


Nosotros queremos controlarlo todo, y si no tenemos el control de las cosas nos sentimos muy incómodos. Digámoslo de otra manera: queremos tener certezas. De la certeza que comienza con Descartes, a la seguridad personal, a la seguridad nacional… todo es lo mismo. Necesitamos y buscamos seguridad. Ahora España se gasta uno de los presupuestos más altos de todo el mundo en armamento para nuestra «seguridad». Que yo sepa, nadie nos ataca ni nadie nos quiere atacar. Nadie quiere «tomar» Europa; no tenemos tantas riquezas bajo el suelo ni tanto petróleo. No es rentable para una invasión militar de otros países.


Pero hay 25 millones de militares hoy en día en el mundo. Hay un soldado por cada 250 personas y en cambio sólo un médico por cada 3.500 personas (no digo que la medicina occidental sea la solución pero es un dato significativo).


Los machos no tienen, por otra parte, el monopolio de ser hombres. Hombre no es un término que en todas las lenguas sea masculino, incluso en griego puede llegar a ser femenino, el «ántropos», y en sánscrito y en latín… «Homo» quiere decir «humus», aquello que sale de la tierra y no ha llegado al cielo. Como en chino, hombre es el intermediario entre el Cielo y la Tierra; todo hombre tiene los dos reinos, la doble polaridad. En unos predomina más una cosa, en otros otra.


Además tengo la siguiente hipótesis: la guerra es un fenómeno cultural, no es un fenómeno natural. La guerra está altamente ritualizada. Los animales no hacen guerra. Y cuanto más aumenta el —digamos— grado de civilización, desde hace 6.000 años, más aumentan las guerras. Cada siglo aumentan. Actualmente hay 46 ó 47 guerras, declaradas o no declaradas. Tras la Segunda Guerra Mundial ha habido muchos más muertos que en todas las demás guerras. Mi hipótesis es que la guerra —que es fenómeno cultural— empezó, o al menos está relacionada, con el paso del matriarcado al patriarcado. Y no es que yo ahora quiera idealizar a las mujeres. Las mujeres organizarían el mundo tan mal como los hombres si quisieran hacerlo solas. Pero me parece que hay un paso del matriarcado al patriarcado… Creta, la India, todo el Mediterráneo… y en este momento también empiezan las guerras, porque las guerras comienzan con la aglomeración poco natural de la ciudades.


¿Por qué nos falta lo femenino? ¿Se produce con este paso al patriarcado la descompensación hacia el polo de lo masculino?


Esto es una hipótesis por estudiar. Lo masculino se va desarrollando poco a poco, cada vez más. Donde está representado de un modo más fuerte es con el nacimiento del racionalismo; la razón, aunque en catalán y en castellano sea una palabra femenina, es eminentemente masculina, la razón cartesiana sobre todo. Otra de mis tesis es que hoy en día utilizamos la razón como un arma. No se utiliza en toda su dimensión femenina de comprender, de dejarse fecundar por el otro, dejarse incluso convencer. No, yo utilizo la razón para tener razón, para ganarte, para demostrarte lo que quiero demostrar. No puede haber Paz si no nos desarmamos culturalmente. Es el viejo tema, la cuestión de la razón, que es el problema de la feminidad, de la utilización de las cosas para ser feliz, para ser uno mismo, para completarse. Pero eso nos da miedo. Nos da miedo porque una de las esencias de lo femenino es ser vulnerable. Y nos asusta ser vulnerables. Implica no tener control, y eso nos atemoriza —¿y quién lo controlará?— ¿Pero para qué demonios hace falta que se controle todo? ¿Quién controla el sol y las estrellas?


¿Lo femenino puede equipararse a la Naturaleza?


Lo femenino es la naturaleza, es la Tierra.