18 de febrero de 2012

Todxs hemos sido niñxs.

Sigo creyendo que toda civilización fundada sobre los antivalores de la competitividad, el autoritarismo y el egocentrismo está enferma y no puede sino conducirnos a la autodestrucción. Cualquiera que defienda el capitalismo patriarcal está siendo cómplice de situaciones como la que sufren estxs niñxs en el país "más libre" del planeta: ver vídeo. ¿De qué sirve ser el país más "democrático" si no puede evitar que esto pueda llegar a ocurrir?

La "civilización" que permite situaciones así no es ni civilizada ni libre. Ninguna niña debería presenciar a su madre comiendo ratas. Todxs lxs niñxs tienen derecho a ser respetados y crecer en un entorno saludable y feliz.

Pueden ustedes romperse la cabeza buscando una solución a la crisis: mientras no cubra las necesidades básicas de la infancia, será una mierda.

Del correcto desarrollo emocional de la infancia dependen muchas cosas. Todxs lo sabemos: el dolor sufrido en la infancia nos acompaña durante muchos años, manifestándose de muy diversas maneras, mientras éste no sea sanado. Y a pesar de saberlo, seguimos poniendo parches a un sistema que falla por todos lados, sin acudir a la raíz del problema.

Es duro decirlo, pero aunque todxs hemos sido niñxs, el bienestar de la infancia no es la prioridad de ningún sistema político, ni del capitalismo, ni de la democracia moderna, ni del fútbol, ni del anarquismo, ni de los mercados, ni de los grandes filósofos griegos, ni de los patriarcas religiosos, ni de los padres narcisistas...

Este sistema se ha construído mal, porque se ha construído sobre la exclusión de más de la mitad de la sociedad: lxs hijxs y las madres, principalmente.

Sólo las sociedades matriarcales parecen priorizar el bienestar de los más pequeños, relativizando el resto de aspiraciones individuales y rompiendo con los modelos de familia tradicionales. Para ello, los adultos son capaces de sacrificar algunos privilegios. Más aún, son capaces de sacrificar instituciones y derechos individuales que el patriarcado considera "sagrados". Por ejemplo, el derecho del individuo a apoderarse de los recursos naturales sin límite para beneficio particular. O el "derecho" a ser satisfecho sexualmente por otra persona. O el "derecho del varón" a transmitir su apellido relegando el de la madre al olvido, a elegir cuándo y cómo fundar una familia...

Nuestra sociedad patriarcal consideraría estúpido a un hombre que entregara su sueldo a su madre o esposa. En cambio, en las sociedades matriarcales se considera un acto de generosidad para con la comunidad que los hombres renuncien a enriquecerse y entreguen el fruto de su trabajo a sus madres, matriarcas o esposas: saben que lo útil para la comunidad repercutirá indirectamente en el bien individual de todxs.

La idea-fuerza o símbolo universal capaz de aunar las conciencias individuales en torno a un proyecto común no puede ya ser la idea de patria, religión, raza o razón. Debe ser una metáfora poderosa capaz de evocar en todxs la centralidad de los valores maternales. La imagen poética de la Diosa sirvió durante milenios como referente básico. Rescatar la teología de la Diosa (1) significa, en otras palabras, resacralizar lo femenino (2) y salvar a la infancia de un mundo sin sentido. Es tarea urgente recuperar esa Sophia olvidada y silenciada por siglos, con el único fín de recordarnos constantemente que no debe haber en nuestras vidas otra prioridad que no sea el amor incondicional a quienes son más vulnerables: los más pequeños.

(1) No necesariamente reducida a la teología feminista juedocristiana, aunque abierta a sus aportaciones.

(2) Que ningún hombre se sienta discriminado. Sacralizar lo femenino conlleva sacralizar lo masculino. Ya he manifestado mi convicción de que lo masculino surge de lo femenino, en contra de lo que afirma el archiconocido relato mitológico del Génesis, y tal como confirman los últimos avances en ciencia genética: el cromosoma XY deriva del XX; los individuos de las especies asexuadas son todas hembras, mientras que en las sexuadas aparece el varón-como-una-hembra-especializada con la finalidad de aportar mayor variedad al material genético, favoreciendo la adaptabilidad y la capacidad de supervivencia mediante la estructuración de sociedades muchísimo más complejas y flexibles. Puesto que los varones somos "mujeres especiales", también somos sagrados.