24 de septiembre de 2012

De la sospecha prolongada a la expropiación masculina global.



Sigo sospechando que se podría demostrar (incluso empíricamente) que el capital en manos del varón, en un 85% de los casos, se ha usado con la finalidad de lucrarse, enriquecerse y multiplicar beneficios en términos estrictamente individualistas.

También sospecho que el derecho a la propiedad privada no es necesariamente garante de justicia e igualdad, y a los varones no nos hace ni más libres ni más buenos.

La ausencia de propiedad privada (existen otras fórmulas de propiedad compartida, como la matriarcal) no necesariamente vulnera la dignidad humana, puede que incluso nos permita evolucionar y liberarnos del curso autodestructivo que iniciamos en la era patriarcal.

Añadamos que los hombres que voluntariamente reniegan de la riqueza y acumulación de bienes resultan ser los más felices, solidarios y menos posesivos (el ermitaño y el monje son identidades ridiculizadas por el capitalismo y que a mi parecer se deben recuperar).

Deduzco de todo ello que la mejor vía para poner fín a siglos de neurosis social consiste en despojar al varón de aquello que más le corrompe y más teme perder: el patrimonio.

Por eso, a título personal (y éste no es un reclamo del movimiento matriarcal ni del feminista, por lo general moderados y políticamente correctos), propongo una "expropiación masculina global".

Sé que con ello me alineo con posturas más radicales, pero creo que no estoy sugiriendo nada que vulnere los derechos humanos. No considero el derecho a la propiedad privada, ese "derecho a enriquecerse sin tener en cuenta el mundo que me rodea", un derecho fundamental. Por cierto, fue en su momento un derecho "inventado" por varones y para varones, exclusivamente, algo que ya debería hacernos seguir sospechando.

El hombre sin patrimonio es libre, y no puede oprimir a poblaciones enteras bajo ningún concepto: por su propia supervivencia, no tiene más remedio que respetar, cooperar y trabajar por el bien común. Se me acusará de desprecio a los de mi género, algo que debo negar rotundamente, no estoy proponiendo ningún parricidio ni castraciones masivas. Porque amo y conozco bastante la naturaleza masculina, y deseo lo mejor para la humanidad, liberar al hombre del poder que lo corrompe mediante la expropiación masculina universal sería toda una bendición para el hombre.

Yo ya he dado el primer paso entregando todas mis ganancias en manos de Ella. ¡Y menuda sensación de libertad!